sábado, 14 de diciembre de 2013

La noche de la rubia



Basado en: “Verde y negro”
 de Juan Jose Saer



Al fin aflojé. La mina estaba muy buena y  dejé  hacerme  de rogar. Subí al auto Con esto solo ya tenía tela para contarle a los muchachos,  y todo lo que  faltaba todavía. Ella se corrió al volante.
A partir de ahí, la rubia sin mirarme arrancó fuerte en primera. Casi salté del asiento.-le agarró el apuro- pensé. Yo le miraba de costado las piernas fuertes musculosas, el pelo largo y rubio. Pero no me animé a tocarla.
No se porqué,  pero ella, cambió la cara, iba muy seria.  Salió del pueblo y anduvo en la ruta, pensé que íbamos al “telo”, pero no, siguió de largo hasta  que de golpe bajando la velocidad, dobló para atravesar un portón grande. En el fondo se veían algunas luces. Era una casa grande, de gente de plata. Ahí me dijo:
-Bajate, ponete cómodo .Me dejó cuando pasamos la puerta, entre medio de un grupo de gente media rara, con  ropa que parecían disfraces. Se los veía tomar, algunos abrazados, otros bailaban una música lenta.
Fui a una barra donde servían bebidas y aproveché a pedir un wisky, como para ponerme a tono con los bienudos esos. Mientras tomaba, pispeaba a la gente y pensaba – ¿Y éstos se divierten?- Del piso de arriba se escuchaban risas. – Será que la joda es arriba, nomás.
 Mientras, la rubia seguía sin aparecer. Al final, ¿para qué me trajo? Al rato sentí que me tocaban el culo. Me di vuelta. Nada. Me habrá parecido. Y otra vez. Ahí sí, lo pesqué. Era un tipo cerca mío, mientras me lo apretaba con la mano, me decía al oído ¿vamos bombón?...
¡Diosito mío! Dónde me metí ¡! Si se enteran los muchachos, flor de cargada…
Busqué la salida desesperado, y en eso veo bajar a la rubia por la escalera de costado, con un vaso en la mano y un tipo agarrado del hombro. Le iba a pedir que me llevara de vuelta, porque en realidad yo fui por ella y estaba con otro. Además me sentía mareado. Cuando me acerqué le noté algo extraño, era el pelo torcido de una peluca. Se la arranqué de un tirón.
¡Era un tipo! ¡La cosa ésa era un tipo! No dijo nada, solo me enfrentó con ojos desafiantes- por un segundo quedé duro, pero me di vuelta y salí corriendo lo más rápido que pude hasta la ruta, sin parar. Ahí me descompuse, largué todo. Después seguí caminando hasta el pueblo, faltaba mucho… ¡Qué papelón! ¡Y yo me la había creído!
Esto no lo podía contar.


                                                        

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